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¿Qué significa vaciar la mente?

Cuándo somos niños y no tan niños, estudiamos y estudiamos, para llenar nuestras mentes con un supuesto conocimiento que nos va a volver personas útiles, con herramientas para afrontar un mundo que nos requiere atentos, habilidosos y llenos de respuestas.


Pasados los años, después de tanto colmar nuestras mentes, resulta que debemos vaciarlas, para poder ser más creativos, para poder estar inspirados, para seguir avanzando, resulta que debemos olvidar, soltar y soltar.






Parece ser algo contradictorio ¿no? ¿A qué edad es la bisagra en donde dejamos de aprender para luego olvidar lo que sabemos? A mi, particularmente, me ha costado mucho estudiar, fui siempre una excelente alumna, de esas de dieces y abanderada, en la época donde portar la bandera era señal de traga y sacarse diez era cosa de quienes usábamos lentes.





Es entonces, hoy, cuando me la paso tratando de entender, como es que todo ese esfuerzo y todo lo aprendido es un peso que supuestamente, no me deja mover, es una mochila que debo dejar por el camino, debo deconstruir todo lo construido.


¿Será así? ¿Realmente ayer era una esponja de absorber conocimiento y hoy solo me queda liberarlo? Quizás estoy leyendo las páginas inadecuadas, o viviendo en tiempos que ya no comprendo.

Tengo más preguntas que respuestas. ¿Debo realmente olvidar todo lo que sé para ser libre? ¿No se supone que el conocimiento nos hace libres?





A veces pienso que no hay grises. O se es un ignorante total o se es un sabelotodo. Así, por lo menos yo, voy por la vida. Si me interesa algo, lo quiero saber al dedillo, no puedo a medias. No sería responsable de mi parte no ahondar en cada información.


Eso obviamente me genera mucha presión, no es posible saberlo todo. Cuando era pequeña, estudiarlo todo era sencillo. La biblioteca era visible, tenía límites. Dos libros de química, uno de astronomía, tres de historia, cuatro de poesía y listo. Todo estaba ahí.


Hoy la desproporción de información, o de opiniones sobre los datos, es enorme. Si pretendemos saberlo todo, debemos pasar horas, realmente días o meses en internet navegando ¿se dice así no? Navegando sin brújula, porque es fácil perderse con tanto dato que anda por ahí.





Imaginemos que queremos hacer una torta, abrís el libro de Doña Petrona, la abuela, seguro te dejó sus trucos anotados en lápiz al costado, o en un papelito metido dentro del libro y listo. Seguís las instrucciones y sacaste seguro del horno un bizcochuelo esponjoso y listo para comer. Esa es la única torta que había en el mundo. Como era la única, en consecuencia, era la mejor.


Pasemos al hoy, buscás en el celu, receta para torta, y bum, cinco anuncios encabezan el google, después vienen millones de recetas de tortas posibles, fotos de tortas, videos de gente haciendo tortas, recetas y recetas, la mejor torta, la torta más sencilla, torta casera, fácil, rápida, barata, rica. Abrimos todo, a penas nos falta un ingrediente, pasamos a la otra receta en busca de aquella que coincida con nuestra heladera. No olvidemos que después durante un mes nos envían propaganda de tortas en todos los idiomas.


Después de una hora, y de cuatro a seis capturas de pantallas, optamos por una receta, ya sin mirar bien cual, y hacemos lo que podemos. De acuerdo a nuestras habilidades de búsqueda, obtenemos un resultado, dejamos un par de estrellas en la página y ponemos nuestra torta sobre la mesa, culpando a la receta, si es que sacamos algo decente del horno, y la peor parte es que la próxima torta que hagamos jamás será igual a esa, porque volveremos a navegar en internet en busca de otra receta perfecta.





¿A dónde voy con esto? A que el acceso al exceso de información es tan perturbador y abrumador, que con razón en internet está lleno de gente diciendo que hay que liberar la mente.

Por mi parte, no sé si quiero tener acceso a las diez mil opciones de tortas que hay en el mundo. No sé si quiero saberlo todo respecto a las tortas.


Quisiera disfrutar de la cocina. El aroma a torta recién horneada, sentir lo esponjoso del bizcochuelo, recordarme comiendo torta un domingo a la tarde teniendo cinco años. Quisiera que mis hijos sintieran algo de mi amor al morder el primer bocado.


¿Cómo transmito emociones? ¿Vaciando mi mente? No estoy diciendo que vivamos en el pasado, y que todo debe ser emocional, y sensible. Estoy diciendo que, vaciar la mente no me ayuda. Mi mente, está repleta de agujeros, hay mucho bache que no tiene recuerdo, que está vacío. El vacío no es algo que me agrade para nada.





Quizás por eso dibujo llenando todos los espacios, quizás por eso me incomoda el vacío. No es lo mismo un espacio vacío que un lienzo en blanco.

Ese, creo que es el punto. Un lienzo en blanco es un espacio de inspiración, un lugar que puede transformarse en aquello que deseemos. Un espacio vacío es un espacio muerto, para mi.


En síntesis, no quiero vaciar mi mente, quiero hacer de ella un lienzo en blanco, donde pintar lo que quiero ser, sobre aquello que ya fui. No es borrar lo que fuimos, no es vaciarnos.
Es una nueva capa, una vuelta de hoja, una nueva oportunidad. Así quiero mi mente hoy, un lienzo en blanco dentro de un cuaderno al que se le puede dar una vuelta de página y hacer un nuevo dibujo.

Me gusta pensar que eso es posible. Que podemos ser un cuaderno donde vamos aprendiendo a ser, a estar en proceso de cambio constante. A dar vuelta la hoja, pero sabiendo que estamos arriba de otras hojas ya usadas y que tenemos por delante una nueva hoja y una nueva oportunidad.




Al fin y al cabo, somos nuestras creaciones. ¿No?

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